jueves, 20 de noviembre de 2008

Aumentan secuestros reales y virtuales en la capital mexicana


La llamada telefónica comienza con los gritos angustiados de un niño que llama a uno de sus padres: “¡Mamá! ¡Papá!” Rápidamente, se reemplazan los sollozos del pequeño con una voz masculina enronquecida que habla en serio. “Tenemos a su hijo”, dice en un español trepidante, por lo general, agregando un improperio para dar efecto, y después, dice de un tirón una lista de demandas que pueden incluir dinero en efectivo o alhajas para dejarlas en cierta esquina de alguna calle, o hacer un depósito cuantioso en la cuenta de un banco local.

El giro es que el pequeño Pablo o la pequeña Teresa están totalmente seguros en la escuela, y no, atados con cinta gris a una silla en un hotelucho de aspecto ruinoso en alguna parte o metidos en la parte trasera de un taxi pirata. Sin embargo, cuando entra la llamada desde un teléfono celular, eso no está para nada claro.

Se trata de un “secuestro virtual”, el nombre que se le ha dado al ataque criminal más reciente en México, uno con el que se ha capitalizado los nervios a flor de piel de un país que ha estado aterrorizado por los secuestros auténticos durante años.

“Esto refleja el temor en la sociedad mexicana, la psicosis colectiva relacionada con los secuestros”, dijo Adrienne Bard, una periodista estadounidense para radio que ha vivido en México por más de 20 años, y quien recibió una llamada en marzo de una mujer que lloraba y la que, por la impresión, creyó se trataba de su propia hija universitaria. “Caí por completo en la trampa”, dijo.

Lo mismo les ha pasado a muchas otras personas. Se estableció una línea directa para atender el problema de los secuestros en los que en realidad no se secuestra a nadie, y se recibieron más de 30 mil denuncias de diciembre pasado a finales de febrero, anunció hace poco Joel Ortega, jefe de la policía de la Ciudad de México.

Se han hecho ocho detenciones, e identificado 3 mil 415 números telefónicos como los que han usado los extorsionistas, dijo. Sin embargo, la identificación de los números -ahora se encuentran en una lista en el sitio en la red del Gobierno- ha servido de poco para disminuir la cantidad de llamadas para extorsionar. Casi todas se hacen desde teléfonos celulares, en su mayoría robados, dicen las autoridades.

Encima de todo, se cree que muchos extorsionadores hacen, a pesar de los obstáculos, las estafas desde las prisiones. Las autoridades dicen que son cientos de bandas delictivas diferentes las que participan en diversos tipos de estafas por teléfono. Además de los secuestros falsos, la gente que llama dice al que responde que se ganó un automóvil o dinero. En ocasiones, le dicen que apague el celular por una hora porque van a reparar el servicio; entonces, llaman a uno de sus familiares y le dicen que lo tienen secuestrado. Incluso, se han utilizado los mensajes de texto.

De las relativamente pocas detenciones que se han hecho hasta ahora, tres sospechosos son hermanos, de 19, 31 y 34 años, a quienes atraparon cuando recogían el dinero que le habían querido sacar a una víctima. Los dos menores responsabilizaron al hermano mayor, quien ha entrado y salido de la cárcel durante años, de haberlos convencido de hacerlo.

Además de las líneas directas para reportar las llamadas, los funcionarios han llamado a las compañías de telefonía celular para que tengan registros más precisos de los usuarios a fin de ayudar en las investigaciones. Sin embargo, los intentos por erradicar los teléfonos celulares de las prisiones no han rendido frutos. No están permitidos dentro de las penitenciarías, pero es típico que los internos sobornen los guardias para hacerse de la vista gorda.

Periodistas locales visitaron hace poco una prisión, justo al norte de la Ciudad de México, y encontraron que se usaban abiertamente los celulares. Los internos estimaron que se usan entre 500 y 600 teléfonos celulares en la prisión, y dijeron que la cuota vigente para sobornar a los guardias era de 50 dólares a la semana, informó el periódico El Norte.
En esa cárcel, las autoridades trataron de bloquear la señal, pero al parecer, los internos descubrieron ciertos lugares en el patio a donde aún llegaba. Las autoridades mexicanas conocen muy bien la magnitud del problema. Ortega, el jefe de la policía, recibió hace poco una llamada en su celular en la que le dijeron que se había ganado 50 mil dólares, si tan solo entregaba algo de dinero.
En noviembre pasado, más de una docena de legisladores del Congreso de México recibió llamadas en las que les decían que tenían a sus hijos, lo que provocó que se clausurara la sesión del día.

Una investigación posterior indicó que era probable que los legisladores no hubiesen sido un blanco específico, sino que les marcaron el mismo día porque sus números telefónicos eran consecutivos.

No obstante, el temor que se apoderó de la Cámara fue real. Se intensificó la seguridad, y la legisladora Mirna Rincón, del gobernante Partido Acción Nacional, se colapsó en su curul cuando recibió la llamada en la que le decían que tenían a su hijo. Una fotografía tomada por Notimex, la agencia de noticias del Gobierno, muestra a alguien abanicándole el rostro ensombrecido.

Como dijo hace poco Graciela Villarreal, una psicóloga de la Ciudad de México, en una entrevista del periódico El Universal, quienes reciben las llamadas, ya sea que suene real o no la voz del niño, naturalmente se quedan pensando: "¿Qué tal si es mi hijo?". Dijo que algunas víctimas experimentan algo parecido al síndrome de Estocolmo, y cooperan activamente con el delincuente al otro lado de la línea, e incluso, revelan las cosas valiosas que podrían entregar, solo en caso de que la estafa no lo sea.

Bard empezó a llenar una bolsa con cosas valiosas -una bolsa de plástico transparente- tal como lo ordenó el hombre. Quería alhajas, en particular de oro, y se frustró cuando le dijo que tenía un reloj Timex, y no un Rolex. También le dijo que no debía darle el dinero en pesos. Que aceptaría dólares y euros, también. “Cuando tomé el teléfono, una niña gritaba: '¡Mamá!”, dijo Bard. "Pensé que era mi chica, y le decía que se calmara. Todo lo que decía era: ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Me tienen!".

Finalmente, logró comunicarse con su esposo en la oficina, y rastrearon a su hija sana y salva en una clase en una universidad local. Ningún dinero cambió de manos en su caso, pero en muchos otros - una investigación mostró que son algo así como una tercera parte de las llamadas-, los delincuentes escapan con algunas cosas valiosas.

Una estimación calcula las ganancias de las estafas telefónicas en México en los últimos seis meses en 186.6 millones de pesos, casi 20 millones de dólares. “Se siente terror”, dijo Bard. "Si se piensa que existe una posibilidad de que sea tu hijo, se coopera con ellos".

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